La información es una de esas que encojen el corazón a todos, el problema es que entre todos a quienes se le erizan los sentimientos por la noticia también están los protagonistas de esta historia que ha ocurrido en Nueva York: un mendigo cae al suelo en mitad de la calle y una serie de personas pasan a su lado, nadie hace nada; mientras, el vagabundo que sufría una herida va perdiendo la vida desangrado.
Así se escribe esta historia, esta terrible historia.
La sociedad nos ha convertido en autómatas y de tanto fomentar el individualismo algunos han confundido esta expresión con el egoísmo. Pero nadie es culpable - bueno nadie y todos a la vez-; promover al individuo como ser único, especial, de ideas propias, fantástico por su diferencia no es convertirnos en espectadores de una obra en la que somos el único protagonista, solo somos una parte. Si no se hace así, ese individualismo se convierte en egoísmo y la mejor forma de no caer en esa trampa es siendo conscientes de que si al lado hay alguien que nos necesita, ayudándole ayudamos a nuestro mundo. Aunque sea un vagabundo, aunque sea un excluido, aunque sea aquello en lo que nosotros no queremos convertirnos.
Y eso que el vagabundo dio una lección que no recibió: “socorrió, antes, a una mujer y la ayudó porque la estaban atracando. El ladrón le apuñaló, luego la sociedad se encargó de no devolverle el favor”.
domingo, 2 de mayo de 2010
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Estoy muy de acuerdo en la forma y en el fondo. Me llama la atención el sentido positivo que le das a "individualismo". Me parece que es un término muy marcado negativamente en nuestro diccionario colectivo mental, y que es difícil que alguien lo entendiera como positivo, dándole el sentido que le quieres dar. Las notas que le atribuyes -unicidad, individualidad, maravilla, autonomía (relativa), libertad- las recoge el concepto de persona. Yo formo parte de la Asociación Española de Personalismo, y conecto muy bien con lo que comentas. Julián Marías es para muchas personas un pensador personalista, y precisamente él habla repetidamente sobre el sentido narrativo de la vida, la vida como una obra literaria. Otro de mis filósofos favoritos, Gabriel Marcel, hace esa distinción entre ser espectador o implicarse en la vida. Te lo recomiendo vivamente, hay una buena biografía de él en la editorial Palabra, que además explica muy bien su pensamiento.
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