De nuevo se vuelve a hablar de Bruce Lee al hilo del próximo setenta aniversario de su nacimiento y merece la pena, vaya si lo merece; sobre todo porque no tenemos de él una visión completa, lo tenemos grabado en nuestra retina como un genio de las artes marciales que triunfó en el cine, pero este injusto mundo en el que vale solo lo que se ve se ha perdido al verdadero Bruce Lee.
Hace un par de años estuve en la que fue su casa, hoy es un museo, pero es un museo que no trata de su obra, es un museo sobre el misterio un museo de sueños, y es que para él los sueños son fuente y eran fuente de inspiración. Eso es lo verdaderamente importante de los sueños, que no sean la meta sino la guía, porque se olvida: Bruce Lee fue un filósofo, formado como tal en la universidad de Washington. En ese estado del noroeste de EE.UU. en donde crecen los arboles más inmensos. Son bosques que él conocía, veía como muchos de esos árboles alcanzaban los mil años, la eternidad. Pero junto a esos troncos enormes había decenas, cientos, miles que no habían logrado sobrevivir a las inclemencias del tiempo, habían quebrado. Pero fortalecían a modo de metáfora, una de las ideas que dejó por escrito.
Hablaba de lo necesario que es ser flexible, como los troncos de bambú de su país de origen, esbeltos altos enormes pero suaves capaces de adaptarse a su enemigo, el viento, y mecerse en él y sobrevivir sin quebrar: triunfar siendo flexibles.
Precisamente esa es la filosofía que manaba del arte marcial que creó, la llamó “Jeet Kune Do”: puño que intercepta. Partía de la idea de que cada ser humano guarda en su interior un guerrero que no puede quedarse dormido, pero no en el sentido bélico, sino en el sentido de que todos tenemos sueños y objetivos y que para conseguirlos, por imposibles que sean, hay que bregar.
Sus alumnos recuerdan de él que era capaz de hacerte creer en lo imposible, y teorizaba sobre el optimismo como herramienta de éxito. Un concepto muy importante ahora que vivimos en una época en la que solo importa las malas noticias y las buenas cuando llegan generan malestar incluso enojo.
La filosofía del arte marcial que desarrolló se basaba en que uno debe carecer de estilo propio, más bien que debe adaptarse al enemigo, que los golpes no se encajan sin más, sino que se interceptan y con la misma fuerza del golpe del oponente hay que armar la respuesta, sin planes que nos obliguen, vaciando nuestra mente de previsiones. Ojala este venidero setenta aniversario de nacimiento de Bruce Lee sirva para conocer algo más que sus patadas en la gran pantalla. Fue un tipo de ideas maravillosas, un filósofo al que aún hoy podemos acudir y del que podemos aprender mucho leyendo sus textos, sus ideas, que pena que no se conozca esa faceta del maestro Bruce Lee.
Pero en cierto modo así se ha cumplido uno de sus principios, y es que él decía que: “un buen maestro protege a los alumnos de su influencia”.
lunes, 10 de mayo de 2010
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Me ha gustado mucho el texto, me ha hecho recordar mis viejos tiempos de Bruce Lee (pronunciábamos "brucelée"), y me ha alegrado saber que tenía una formación filosófica y que la ejercía. La última frase sobre el maestro, me parece magistral -pleonasmo-, la tomaré para algo que estoy escribiendo.
ResponderEliminarMe alegro que pueda ayudarle y que le gusten los textos.
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