La condición humana a veces está por encima de otras cosas, nuestro sentido de la equidad nos debería conducir a buscar información imparcial, plural y honesta. Pero en muchas ocasiones sólo atendemos a la información que refuerza nuestros estereotipos, y los estereotipos tienden a ser injustos. Suelen ser generalizaciones que se hacen a partir de una visión sesgada de la realidad, si esa realidad que se construye a partir de los estereotipos coincide con nuestras creencias entonces llamamos imparciales a esas informaciones; si las informaciones nos contradicen en lo que pensamos previamente entonces las desechamos incluso las perseguimos y azotamos.
Muchas veces se tiene miedo a que una opinión diferente a la nuestra pueda tener visos de ser verídica, se prefiere desterrarla antes que valorarla aunque nos puede enriquecer. Decía Saint-Exupéry, el creador de “El Principito”, que “cuando alguien opina distinto a nosotros no nos está contradiciendo, al contrario, nos está engrandeciendo”, que pena que dé la sensación de que a veces prefiramos seguir siendo pequeños antes que rectificar, o escuchar a quien nos quiere engrandecer.
Uno de los colectivos que más estereotipos está sufriendo en los últimos tiempos es el mundo islámico. Por ejemplo, esta semana se está hablando mucho de la prohibición del “برقع” (burka); vaya por delante que la propia existencia del “burka” es un anacronismo y nada justifica su uso, pero se nos está queriendo dar la sensación de que hay miles de mujeres en las calles españolas con un “burka” cubriendo sus cabezas. No importa que no sea así porque hablar del asunto fortalece esos estereotipos. No se nos dice que no es una prenda musulmana, sino que es preislámica; tampoco que se nos dice que cuando fue rescatada hace poco más de una década lo fue por una decisión más política que religiosa; tampoco se nos dice que la mayor parte del pueblo islámico está en contra de su uso, del mismo modo que la mayor parte de musulmanes están en contra de todo tipo de violencia pero a base de noticias extraídas de contexto -cuando no falsas- se ha construido una generalización que consiste en vincular islam y terrorismo. Muchas de las informaciones que obran esa vinculación están sacadas de contexto y son falsas, y muchas veces parece que tienen por objeto seguir afilando la peligrosa senda de la “islamofobia” que silenciosamente está haciéndose un hueco en la sociedad.
Me gustaría en este propósito citar a Antonio Salas que habla así respecto al conjunto de estereotipos al que se hace alusión: “Este ejemplar conjunto de estupideces, mentiras, prejuicios, tópicos y falacias es tan injusto como ofensivo para los musulmanes. Un cristiano devoto no necesariamente es un violento miembro de los Guerrilleros de Cristo Rey o un asesino del IRA. De la misma forma un musulmán devoto e integrista no necesariamente es un “gihaidista”.
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Es cierto que todo el mundo tiende a buscar la información que le devuelve una imagen de sí mismo. Lo importante es que busquemos la verdad: así, seremos capaces de trascender críticamente nuestras fuentes de información, y elegir las que más críticas sean consigo mismas. Aunque todo esto es muy delicado, porque vamos poco a poco conociendo y conociéndonos. El sentido moral es un arma que hay que tener afilada, porque detecta lo que no va con nuestra dignidad.
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