En el s.XX se tenía constancia de cuatro Santas Lanzas repartidas por Europa. Se trataba de la lanza con la que el centurión romano Longinos mató a Jesucristo. Se dice que era un talismán, que daba poderes sobrenaturales.
Una, la más conocida por los cristianos, se encuentra en el Vaticano junto a la Verónica en uno de los cuatro gigantescos pilares de San Pedro.
La segunda, en Cracovia.
La tercera en París, después de que el rey Luis, en el s. XIII la depositase tras la última Cruzada de Palestina.
La cuarta, en Viena, en el Palacio Hofburg es la que tiene una genealogía más amplia: Constantino, Carlomagno, Federico Barbarroja y Hitler.
Cuenta la historia que San Mauricio, de la legión tebana, se la entregó a Constantino que la enarboló como talismán venciendo en la batalla del Puente de Milvio a Magencio, donde se dice que apareció la cruz con el lema In hoc signo vinces.
Otra historia germánica cuenta que después, la lanza de los Habsburgo, la Heilige Lance, la empuñó el caudillo Carlos Martel derrotando en la Batalla de Poitiers a los árabes, para luego ser llevada a Carlomagno que la portó en todas sus victorias y fue la primera víctima de la leyenda negra Aquel que la pierda, morirá. Murió cuando la dejó caer por accidente en Aix-la-Chapelle en el 814 d.C.
Después la tuvo Heinrich el Cazador que fundó la casa real de Sajonia, y 5 generaciones más la tuvieron tras llegar a Federico Barbarroja.
Federico Barbarroja que con la lanza a los 67 años de edad conquistó toda Italia, y mandó al Papa al exilio. Su imperio tenía cotas impensables. Pero cometió el error en 1190 de dejar caer la lanza al rio Cidno, murió ahogado.
Se dice que Napoleón la poseyó pero no es fiable, por lo que pasaremos directamente a otro personaje
Hitler conocía a la perfección la historia de la lanza y el que la poseyera poseería la Humanidad. La vio por primera vez en 1909 y la analizó todo lo que pudo.
Finalmente fue suya en marzo de 1938 cuando entró en Viena tras el Anchsluss. Mandó que fuese llevada, junto al tesoro de los Habsburgo, a la Cripta de Santa Catalina en Núremberg que se convirtió en el Museo de la Guerra.
Comenzaron los rumores de la conquista del mundo por parte de Hitler, y que el fin de la lanza sería el fin de Hitler.
Después de los bombardeos del 13 de octubre de 1944, las puertas de la casa que llevaba al túnel secreto donde se encontraban las reliquias quedaron rotas. Hitler ordenó el traslado de la lanza y del tesoro a una escuela en la Planier Platz. El 30 de marzo de 1945 se produjo el traslado, pero la lanza también llamada Lanza de Mauricio fue confundida con la Espada de San Mauricio que fue la finalmente trasladada.
El séptimo ejercito aliado, entró al mes siguiente, y el 20 de abril de 1945 (Hitler cumplía 56 años) cayó Núremberg. La Compañía C, al mando de William Horn tenía la misión de recuperar las reliquias. Y gracias a la casa destruida pudo entrar a una capilla donde encontró un altar de 3 metros de alto, terciopelo rojo y encima la lanza de Longinos en un estuche de cuero.
Lo que estaba haciendo Horn no solo era incautarse de una reliquia religiosa, sin darse cuenta, el 30 de abril de 1945 (día que precede a la Noche de Walpurgis en la tradición germánica) era el cambio de dueño de la Lanza del Destino, con la consecuente muerte de su antiguo poseedor.
A unos cientos kilómetros de distancia, en un bunker de Berlín, Adolf Hitler eligió esa tarde para coger una pistola y quitarse la vida disparándose un tiro en la boca tras ingerir una cápsula de cianuro.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario